jueves, 21 de mayo de 2009

La primera mano artificial con movilidad en los cinco dedos


Una empresa venezolana ha presentado una mano artificial para personas con amputaciones traumáticas o congénitas. La diferencia con otras es que tiene los cinco dedos e independencia en cada uno de ellos, “con 20 grados de libertad o articulación”.


Los dedos tienen una independencia completa por lo que los objetos que se pueden coger con ella “pueden ser irregulares, de diferentes tamaños o frágiles”. “Incluso permite escribir con ella después de un pequeño proceso de aprendizaje que siempre se enseña al paciente”, señala el presidente de la compañía Bio Ingeniería y Robótica, José Orlando Ramírez, quien ha presentado esta innovación en el transcurso del III Congreso Internacional sobre Domótica, Robótica y Teleasistencia para todos (DRT4ALL).


Está elaborada con polímeros altamente resistentes y livianos que “han sido probados como materiales ortopédicos que no lastiman al paciente”, explicó Ramírez quien añadió que para su funcionamiento electromecánico, contiene una tarjeta digital que “procesa las señales eléctricas de los músculos y, posteriormente, los sensores codifican esa energía para generar los movimientos de la mano”.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Aún queda mucho por hacer

Me dice un responsable de una asociación de autismo que el principal problema que supone este trastorno es la dificultad para comunicarse, y pienso en lo difícil que tiene que ser sufrir esta limitación en la sociedad actual. Pero al preguntarle sobre cuáles son los errores más frecuentes a la hora de tratar a estas personas, critica que habitualmente la gente se dirige a ellos como si fueran niños o sonriéndoles por el hecho de tener una discapacidad. "Aún queda mucho por hacer", dice, y yo asiento.

Pero al cabo de unos minutos acaba nuestra conversación y me invita a conocer el local de la asociación. En un aula, una pedagoga da clase a un niño con autismo y, al entrar yo, me presentan a ambos. Me siento tonto al descubrir que, según estoy escuchando sus nombres, ya tengo dibujada una sonrisa con ciertos toques de compasión. "Aún queda mucho por hacer", pienso. Y mi acompañante asiente, como si pudiera leerme la mente.

sábado, 2 de mayo de 2009

'Reflejos', artículo de Manuel Vicent publicado en El País (7.Feb.84)

Aquel obrero en paro que la crisis había convertido en un mendigo no salía de su asombro al ver que el público le echaba tantas monedas y nunca entendió el motivo de su éxito comercial, aunque la gran recaudación, sólo se producía durante una hora, de 6 a 7 de la tarde. Estaba sentado en una acera muy concurrida frente a un escaparate de televisores, y allí se exhibía a la caridad todo el día con los arreos de trabajo: un niño anestesiado en brazos, una manta para la colecta, el ceño sumido en los harapos del vientre y un cartón escrito con caracteres de alquitrán con la explicación de su desgracia, que nadie leía. Esta clase de seres con la mano alargada forma parte del paisaje de la ciudad, y la gente tal vez percibe algo caliente dentro de esos bultos callejeros, pero nunca les mira directamente a la cara. A estas alturas comienza a cundir la sospecha de que la realidad sólo es un vídeo o una oferta en diferido a través de signos y contextos. La vida no existe de modo objetivo. Se ofrece como una aparición intangible de reflejos, y el caso de este mendigo podría servir de ejemplo en un curso acelerado de fenomenología. El tipo se hallaba, de un modo sustancial, tirado al pie de una acacia pidiendo limosna entre las patas anónimas de los transeúntes, y en toda la jornada ningún cristiano osaba echarle un duro, pero a sus espaldas, en aquel escaparate, había 20 televisores y el dueño de la tienda tenía la costumbre de conectarlos (de 6 a 7 de la tarde) a un circuito de vídeo enfocado a la calle, que grababa y al mismo tiempo trasmitía la imagen a cuantos se acercaban a la cristalera. Un pequeño gentío se adensaba allí para contemplarse en los múltiples aparatos gesticulando como los tontos de córner. Estos espectadores también veían en el televisor al mendigo de la acera que no habían descubierto a su lado en carne mortal. Durante esa hora de emisión, mientras sólo era un ente televisivo, este pordiosero adquiría su única existencia. La gente lo visualizaba en la pantalla. Luego volvía la cabeza y lo encontraba objetivamente con el brazo extendido.