
Ser sacerdote de nacionalidad española es el principal requisito, aunque también se exige, entre otras cosas, no tener más de 50 años -lo van a tener difícil para encontrar curas de menos edad- y "comprometerse a prestar el servicio con total disponibilidad y dedicación plena", es decir, no vale eso de "trabajas menos que un cura". Es necesario presentar la partida de nacimiento y bautismo legalizadas, aunque la convocatoria no dice nada, curiosamente, de la confirmación, la oveja negra de los sacramentos -hasta la extremaunción es más popular-. Lo que sí se pide es una autorización del obispo respectivo.
Por otra parte, se evaluará la capacitación teológico-pastoral de los aspirantes. Para ello se pide, primero, una memoria analítica de las líneas pastorales que enmarcaron el desarrollo de su labor ministerial, y segundo, un estudio de una de las cuatro partes del catecismo de la Iglesia Católica.
Los que tengan la suerte (yuju!) de ser elegidos realizarán, durante un periodo de tres años y mediante cursillo, un plan orgánico de formación y capacitación teológico-pastoral y castrense. Vamos, para dar hostias por todos los lados.
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