martes, 9 de diciembre de 2008

¿Cuánto dais por mi cuerpo?

En el paro y con cuatro hijos, es decir, desesperado, el dominicano Lorenzo B.J. decidió escribir a los organizadores de la exposición 'Érase una vez la vida', actualmente en Pamplona, dispuesto a llegar a un acuerdo económico: «He visto en el periódico que tienen una exposición donde se pueden ver cuerpos humanos muertos plastificados y yo quisiera venderles mi cuerpo para que cuando me muera puedan plastificarlo y ponerlo en su exposición. Estoy sano y se lo he dicho a mi mujer y me ha dicho que sí». Un total de 220.000 euros, lo que le queda de hipoteca, sería el precio de su cadáver.

La respuesta fue negativa. Quizás se excedió a la hora de pedir dinero, pero veo más probable que el problema radique en la calidad del cuerpo. Las hipotecas dejan sus secuelas y a uno se le queda el culo duro de tanto apretarlo, el entrecejo lleno de arrugas y el espinazo doblado. Si el cadáver fuera, por ejemplo, de un político, yo estaría dispuesto a pagar hasta 500.000 euros. Es difícil encontrar un cadáver a estrenar.

Fuera de estos pequeños detalles -que podría ajustar el propio libre mercado, tan entendido él en estos menesteres-, a mí me parece una idea cojonuda. Uno se podría acercar al banco para decirles que este mes no paga hipoteca, pero que estuvieran tranquilos, que a cambio dejaba en depósito un brazo para su posterior plastificado o incluso el cuerpo entero de su suegra. Como en todo, quedarían bien diferenciadas las clases sociales: los ricos se crionizan -como Walt Disney- y los pobres se plastifican -como el DNI-.

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