lunes, 2 de febrero de 2009

Vasile anuncia la muerte de su propia creación: "El corazón agresivo ha muerto"

La cuesta de enero ha sido empinada para Telecinco que pierde seis décimas de audiencia respecto a diciembre (15,6%) y vuelve a firmar el segundo resultado mensual más bajo de su historia. Todo ello ha llevado a la cadena a anunciar una batería de nuevos contenidos para los próximos meses, presentación que ha venido a acompañada por unas jugosas declaraciones de Paolo Vasile.

El consejero delegado ha aplicado lo que el dice que es el lema de Telecinco, "nunca eufóricos, nunca deprimidos", asegurando que "el corazón agresivo ha muerto definitivamente" y que "los magacines de tarde cada vez funcionan menos". No es problema de calidad, en su opinión, sino de cantidad: "Hemos dado todas las cadenas de lo mismo, y al final hemos acabado con el hambre del público por estos contenidos".


Pero este italiano no es del todo tonto y ahora busca otro tipo de “agresividad”, en concreto, la que conlleva reírse de las fobias ajenas. ‘La caja’ ha sido el mejor estreno de la temporada en la cadena.


Y es que parece que en la televisión actual se abre un nuevo yacimiento a explotar, el que permite, con más o menos escrúpulos, que el televidente se sienta feliz con su vida a costa de las desgracias ajenas. Algo que comenzó con ‘Callejeros’ y que ha seguido en múltiples programas de reciente creación y distinta calidad.


Carlos Boyero, en su columna del domingo 1 de febrero, dedicó parte del texto al programa ’21 días’: “Estoy tumbado en un sofá muy acogedor, con la calefacción a tope, la nevera llena, sin sobresaltos en la cuenta corriente, escuchando un viento helado que se ensaña con la terraza, queriendo y sabiéndose querido por unas cuantas personas. Y me dispongo a ver en la tele crónicas naturalistas sobre los que sobreviven o se mueren en la puta calle, arropados por cartones, profundamente solos, despreciados o acosados por los miserables, rebuscando en la basura para pillar alimento, rotos por la depresión o resignados al desastre. Y mi voyeurismo me parece obsceno, inútil la piedad, sabiendo que esa desolación ajena no me va a impedir dormir”.


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