El consejero delegado ha aplicado lo que el dice que es el lema de Telecinco, "nunca eufóricos, nunca deprimidos", asegurando que "el corazón agresivo ha muerto definitivamente" y que "los magacines de tarde cada vez funcionan menos". No es problema de calidad, en su opinión, sino de cantidad: "Hemos dado todas las cadenas de lo mismo, y al final hemos acabado con el hambre del público por estos contenidos".
Pero este italiano no es del todo tonto y ahora busca otro tipo de “agresividad”, en concreto, la que conlleva reírse de las fobias ajenas. ‘La caja’ ha sido el mejor estreno de la temporada en la cadena.
Y es que parece que en la televisión actual se abre un nuevo yacimiento a explotar, el que permite, con más o menos escrúpulos, que el televidente se sienta feliz con su vida a costa de las desgracias ajenas. Algo que comenzó con ‘Callejeros’ y que ha seguido en múltiples programas de reciente creación y distinta calidad.
Carlos Boyero, en su columna del domingo 1 de febrero, dedicó parte del texto al programa ’21 días’: “Estoy tumbado en un sofá muy acogedor, con la calefacción a tope, la nevera llena, sin sobresaltos en la cuenta corriente, escuchando un viento helado que se ensaña con la terraza, queriendo y sabiéndose querido por unas cuantas personas. Y me dispongo a ver en la tele crónicas naturalistas sobre los que sobreviven o se mueren en la puta calle, arropados por cartones, profundamente solos, despreciados o acosados por los miserables, rebuscando en la basura para pillar alimento, rotos por la depresión o resignados al desastre. Y mi voyeurismo me parece obsceno, inútil la piedad, sabiendo que esa desolación ajena no me va a impedir dormir”.
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